Sino yo triste y cuitado
que vivo en esta prisión
que ni sé cuando es día
ni cuando las noches son.
La prisión era parecida a un contenedor gigante en el que eramos unas veinte personas, con unas
condiciones pésimas y con el alimento y agua insuficiente, a la noche siempre venia un avecilla
a decirme como estaba mi familia y como nos íbamos a escapar.
A la mañana siguiente me despertaron unos golpes, eran de dos compañeros de la cárcel que se estaban
peleando por la comida, pasaron cinco minutos y llegaron unos guardias que les separaron, cuando ya
paso todo me volví a dormir, cuando me desperté ya era de noche, me levante muy rápido, me asome
a las rejas entusiasmado a la espera de mi avecilla, pasó treinta minutos y no venia lo primero que pensé
fue que le habían descubierto y así fue, entonces me dispuse a escapar, miré al suelo y, aparte de ver
comida y agua, había allí olvidada una palanca, la que usé para separar un poco los barrotes.
Al cabo de una hora lo separé lo suficiente como para poder escapar y me dispuse a salir al encuentro
de mis padres, les encontré en otro contenedor, les desperté y les ayudé a escapar.
La noche fría y oscura
sobre las aguas del mar
yendo a buscar la barca
a la orilla nos fue a llevar.
Marinero que la guía
diciendo viene un cantar
que la mar estaba en calma
y las aves volando van.
Respondiole el refugiado
tal respuesta le fue a dar
"Yo no digo mi canción
sino a quien conmigo va".
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